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Columnas

La cueca y la diversidad en el aula: un baile para todos

Francisco Pérez
Académico de Pedagogía en Educación Diferencial, Sede Santiago, Universidad de Las Américas

Cada septiembre, los establecimientos educacionales de nuestro país, se llenan del sonido de las guitarras y las voces que dan vida a la cueca, el baile nacional. Sin embargo, la enseñanza y la integración de este arte tradicional en establecimientos escolares con niños y niñas que presentan necesidades propias plantea un desafío enriquecedor, no solo en términos pedagógicos, sino también en la valoración de la diversidad.

La cueca, más que un baile, es una manifestación cultural que conecta a las personas con sus raíces. En el ámbito educativo, se convierte en una herramienta para fomentar la identidad nacional. Sin embargo, el reto es adaptarla a todos los estudiantes, sin importar sus condiciones físicas, cognitivas o sensoriales. En este sentido, la inclusión de estudiantes con barreras de acceso en actividades como la enseñanza de la cueca no solo es un mandato legal, sino una oportunidad para promover la equidad y la cohesión social.

La inclusión de estudiantes con diversidad funcional en la enseñanza de la cueca implica, ante todo, un cambio en la perspectiva educativa. No se trata de modificar radicalmente la actividad, sino de ajustarla. La flexibilidad en la metodología es clave. Algunos niños y niñas, por ejemplo, pueden requerir ajustes en los movimientos, ritmos más pausados o el uso de apoyos visuales para aprender los pasos. Como afirmó Lev Vygotsky, “lo que un niño puede hacer hoy con ayuda, será capaz de hacerlo por sí mismo mañana”, resaltando la importancia de la colaboración y el apoyo en el aprendizaje, especialmente en contextos inclusivos.

Es en este entorno de inclusión donde el papel del docente cobra una importancia vital. La planificación de las actividades patrias debe contemplar las necesidades individuales, pero al mismo tiempo crear una experiencia compartida. La adaptación de la cueca no implica una simplificación, sino un enfoque que permita a cada estudiante participar a su manera. De esta forma, no solo se fortalece el aprendizaje de habilidades motoras, sino también el sentido de pertenencia y la autoestima para todos los estudiantes.

Este enfoque inclusivo en las celebraciones patrias desmitifica la idea de que las necesidades educativas especiales son un impedimento. Por el contrario, cuando se enseña desde la diversidad, se fomenta un aprendizaje más profundo y significativo para todos los estudiantes. La cueca, en este caso, se convierte en un lenguaje universal que trasciende las barreras físicas o cognitivas. La coreografía puede ser diferente, pero el sentido de comunidad y participación permanece intacto.

La enseñanza de la cueca y la participación de niños y niñas con necesidades propias es mucho más que un simple ajuste pedagógico. Es un reflejo del compromiso de las escuelas, colegios y liceos con una educación inclusiva y equitativa, donde cada participante, sin importar sus circunstancias, tiene la oportunidad de conectarse con la cultura y sentirse parte de ella. La diversidad en el aula, al igual que en la cueca, nos recuerda que el verdadero valor reside en la riqueza de las diferencias y en cómo estas nos une.

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