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Dentro del marco del Seminario Internacional sobre Educación Lectora y Justicia Social organizado por el Centro de Estudios Latinoamericanos de Educación Inclusiva (CELEI), primer centro de investigación creado en Chile y ALAC, para el estudio teórico y metodologico de la educación inclusiva, en alianza con la Escuela de Educación Parvularia de Universidad de Las Américas de Chile, la Universidad de Extremadura de España, la Universidad Católica Silva Henríquez de Chile y el International Educational Literacy Institute de Italia, pongo a consideración esta breve reflexión que ha formado parte de mis cursos de Comunicación escrita y procesos lectores I-II en la Universidad el Minuto de Dios, Colombia, durante el periodo 2020-I y en la cual elaboro algunas preguntas que invitan al debate alrededor de una temática central para el desarrollo de procesos de inclusión social y educativa en las sociedades latinoamericanas. La he dado en denominar: Los entornos de la lectura. No se trata aquí de desarrollar un esbozo teórico sobre el concepto de lectura, ni de responder a la pregunta ¿Qué es leer? Que no sería posible agotar en un breve espacio, se trata aquí de abordar de manera sucinta aquello que está afuera de la lectura y la condiciona, es decir, sus entornos.
Los entornos de la lectura establecen la competencia lectora de los individuos en cuanto habilidad o destreza, estos corresponden a la familia, a las instituciones educativas en todos sus niveles, a la sociedad, a la cultura y al estado porque dentro de estos el individuo transita a lo largo de la vida. Por tanto, el nivel de comprensión lectora no es un asunto de responsabilidad individual es un asunto de corresponsabilidad. Demos un vistazo entonces a cada una de estas esferas para tratar de indagar alrededor de la importancia y de las problemáticas que cada una de estas tiene en la constitución de un lector competente. La familia es el primer entorno en el cual el individuo tiene contacto con la lectura, con los textos y con las prácticas letradas. La familia es el primer detonante de un nivel de lectura, es aquí en donde cabe preguntarse ¿Cuál es o debe ser el rol de la familia en cuanto entorno de lectura? ¿Deberían los padres cumplir el rol de docentes en su casa? o ¿Deberían los padres ser modelos en relación con la práctica de la lectura?
Ciertamente lo que predomina en nuestros países latinoamericanos es lo primero: En las familias los padres desarrollan actividades de enseñanza inicial alrededor de la lectura, es decir, la lectura como un deber como una obligación, situación que no sucede en países con los niveles de comprensión de lectura más alta como es el caso de Finlandia en donde los padres son modelos y no profesores. Otro aspecto relacionado con la familia en cuanto entorno de lectura y en donde las practicas letradas, la presencia de libros y los discursos profesionalizados acercan al individuo en sus primeros años de vida a unas percepciones a unos saberes iniciales alrededor de la lectura que van a determinar su visión de la misma durante el resto de su vida.
La enseñanza de la lectura y la escritura ¿Debería ser un asunto exclusivo de profesionales calificados y dentro del marco de las instituciones educativas? Nos encontramos entonces frente al rol que cumple el sistema educativo, frente al reto del desarrollo de una competencia lectora que en los países latinoamericanos es evidente que no se cumple de manera satisfactoria ya que los individuos logran un nivel de comprensión lectora que al ser medido por las pruebas estatales resulta ser insuficiente. Por otra parte, las instituciones educativas de básica, media y superior trabajan decididamente en el desarrollo de la competencia lectora desde el enfoque cognitivo, es decir, procuran el desarrollo de habilidades interpretativas, analíticas e inferenciales frente a los textos que parece no han dado los resultados esperados. ¿Debe entonces replantearse el énfasis qué sobre la lectura ha tenido el enfoque cognitivo en los currículos?
De otra parte, la sociedad y la cultura cumplen un rol fundamental en el desarrollo de unos entornos de lectura que favorezcan el desarrollo de prácticas letradas. En nuestros países latinoamericanos la lectura guarda una estrecha relación con las lógicas de la colonialidad porque los textos junto a la espada fueron las principales armas de sujeción y dominación tanto de la naciente sociedad como de las comunidades indígenas y afrodescendientes. La evangelización como forma de colonización y el uso del texto bíblico como arma de conquista han configurado en nuestros países latinoamericanos unas lógicas que deben ser replanteadas.
Una de estas consiste en qué el sistema de creencias que ha imperado, es decir, el catolicismo el cristianismo no promueven el análisis y la interpretación del texto bíblico porque esto es responsabilidad del sacerdote, es la figura del cura sobre la que recae la responsabilidad de interpretar y analizar el texto y no sobre el individuo. Caso muy distinto el de Finlandia porque la lectura del texto para los luteranos está estrechamente relacionada con la salvación de manera que no hay mediador en la interpretación y análisis del texto, es un asunto de relevancia individual. Otra consideración radica en que nuestras culturas latinoamericanas no han concebido las prácticas letradas como parte de sus fiestas tradicionales y de los festejos populares en donde predomina lo carnavalesco, el carnestolendas y en general toda actividad que aleja al individuo de las prácticas letradas incidiendo notoriamente en el nivel de competencia lectora de los individuos.
El acceso a los libros también es otro asunto social y económico que condiciona un entorno lector. Es aquí en donde la figura del estado y los gobiernos locales o regionales resulta fundamental porque debieran garantizar el derecho a la lectura facilitando el acceso a los libros y a los espacios para las prácticas de la lectura. Nos enfrentamos aquí frente a una realidad en la que el costo de los libros y la ausencia de espacios como bibliotecas que estén cerca de las familias que favorezcan un entorno lector social han sido insuficientes. Y si esto decimos del acceso a los libros debemos decirlo también del acceso a los artefactos que soportan la escritura digital que también deben ser garantizados porque la lectura se nos ha impuesto como un reto digital, otro problema que se suma a este amplio espectro de corresponsabilidad.
El nivel de competencia lectora que un individuo tiene en un momento de su vida depende de los entornos de la lectura que referimos aquí como la familia, las instituciones educativas en todos sus niveles, la sociedad, la cultura y el estado mismo. La habilidad lectora no es un asunto de responsabilidad individual, sin embargo las pruebas de estado miden la competencia lectora de manera individual. La sociedad mayoritaria está de algún modo en un entorno lector más favorable qué las minorías indígenas y afrodescendientes para las cuales es un reto aún mayor desarrollar una competencia lectora que les permita una participación social en condiciones de igualdad porque sus entornos de lectura son frágiles o inexistentes.
Es en este punto en el que la brecha no se cierra sino que se amplía. El caso colombiano en el que las pruebas de estado Saber 11 y Saber Pro establecen el nivel de competencia lectora de los estudiantes de la población mayoritaria y de las minorías étnicas luego de haber cursado la educación media y la educación superior constituye un caso de inequidad porque los entornos de lectura, las prácticas letradas y el derecho a la lectura no están garantizadas en las minorías étnicas dadas sus condiciones materiales de existencia y de abandono estatal. Por esta razón las minorías étnicas evidencian en estas pruebas unos niveles de competencia en lectura crítica muy por debajo de la media nacional.
En conclusión, los entornos de lectura definen la competencia lectora, la cual es un asunto de corresponsabilidad de la familia, de las instituciones educativas, de las estructuras socioculturales y del estado. Si bien ha predominado el enfoque cognitivo en el que la lectura se concibe como una práctica que forma parte de los procesos de enseñanza y aprendizaje, hemos visto que las estructuras socioculturales y los derechos en torno a la lectura que el estado debe garantizar no se han tenido en cuenta como entornos altamente condicionantes y fundamentales en el desarrollo de lectores competentes. Se hace necesario considerar la competencia lectora como un asunto de entornos de lectura que es necesario garantizar para toda la población y que en el caso de las minorías étnicas es fundamental atender para la reivindicación de sus derechos y de una justicia educativa que sobre estas debe recaer para el cierre de brechas, para su inclusión y para una participación social mayor y significativa.