Tornar la mirada hacia la propia corporalidad ha sido un aspecto tensionado durante este período de pandemia, dando espacio hacia la posibilidad de instalar una mayor valoración de la educación corporal dentro la escuela. Frente a esto, la danza en espacios educativos otorga posibilidades que van más allá del “hecho de bailar”, desde la mirada consciente y constructora de sentidos y conocimientos e integrada con otras áreas, permite favorecer aprendizajes más complejos, potenciando la interdisciplina y el desarrollo de las habilidades del Siglo XXI declaradas en el currículum de 3º y 4º año medio bajo el alero de la UNESCO. Dichas perspectivas vinculadas a procesos de práctica reflexiva, permiten volver a mirar las prácticas pedagógicas e incorporar otras propuestas que nutren la experiencia pedagógica de nuestros niños, niñas y jóvenes, fomentando el bienestar socioemocional y una mayor comprensión respecto a la dimensión corporal en las interacciones pedagógicas entre profesores, profesoras y estudiantes.